Tomaba el té de las 5 con John y un elefante, mirábamos televisión, nos mirábamos entre nosotros y nos estallaba una carcajada esporádica.
- ¿Y? ¿Cómo estás del dolor de pecho?
Mientras le sonreía a John, confidente, le señalaba la cirugía que se estaba ejecutando por un equipo de enanos microscópicos.
- Bien, me arde cuando pinchan pero estoy soportándolo, le tapan la boca al corazón para que no grite, y aunque sé que llora, y grita, y se retuerce, lo duermen, y llora cuando se despierta ¡Cuánto sufrís, corazón! Se olvidan de limpiar la sangre, por eso la estamos usando para el té, yo casi me ahogo el otro día porque tocaron un botón mal y se escapaba el vómito a borbotones. Se inundó la cocina, tuve que llamar a Mario, el plomero, para que lo destape. Fue terrible. Todavía se siente, desde acá, el sonido del vómito.
- Oh boy.
- ¿Qué pasa? ¿Leíste las noticias?
- Sí, oh boy.
El elefante, que se había terminado su té, me miró con ojos lagrimosos, se levantó, y con un poquito de ayuda de John me acostaron en el suelo boca arriba.
El elefante me tocó el pecho con la mano.
Y apretó, capaz con demasiada fuerza, porque mi corazón se escurrió por abajo, como si fuese té, gritando ¡Victoria!
¿Gritó como los gusanitos del Worms World Party?
ResponderEliminarPor lo menos de mi parte, no tenía ni idea de lo que pasaba en el 2001 y, aún hoy, se me escapan demasiadas cosas para mi gusto. Yo que sé, hay cosas que simplemente, por más que quiera, no las puedo cambiar, pero la gente de allá arriba sí puede, no todo, pero modifica bastante!
ResponderEliminarHola Juli, ¿querés un globito?
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